miércoles, 13 de octubre de 2010

Arte contemporáneo en Córdoba, viajar sin pasajes

El teléfono no paraba de sonar, cuando la secretaria salió de su oficina y propinó un portazo al marco. Caminó a toda prisa por el pasillos, vio a su jefe y lo saludó con un “Doctor…”, al que le respondió con un simple “Hola”. Llegó ante un paciente y le dijo “Pase”. Un grupo de estudiantes bulliciosos bajaba por el ascensor y se escuchaba de fondo en el lugar una obra de Antonio Vivaldi.
















Un momento de distracción me hizo abrir los ojos y ver el interior del edificio vacío y completamente deteriorado por el oxido y los hongos, ambos producto de la humedad a la que la vieja Escuela Spilimbergo se encuentra expuesta hace años.

Estaba en la sala numero seis de la muestra de Arte Contemporáneo que se realizó en el antiguo edificio “El Panal”, ubicado en Rivera Indarte 55. Esa sala era el patio interno de la ex escuela, su planta baja y 2 pisos más, aunque sólo se podía circular por pequeño espacio de la parte de abajo. Varios parlantes estaban ubicados por todo el recinto, generaban un sonido ambiente en tres dimensiones muy real.

La segunda vez que volví a la sala descubrí que en el pasillo que llevaba hasta ella había un obturador sonoro, una especie de micrófono inteligente que fragmenta y captura algunos sonidos que percibe. Estos sonidos, aplausos, palabras aisladas, silbidos, etc. son incluidos en la reproducción aleatoria del lugar. Dando la posibilidad de que los observadores puedan interactuar con la obra. Eso hizo que me demorara unos cuarenta minutos más allí.

El edificio era inmenso, 2 pisos repletos de habitaciones dedicadas cada una a un artista. Algunas consistían solo en una pantalla y un sistema de sonido, en pinturas, en esculturas y en fotografías; en cambio, otras complementaban todas o algunas de estas expresiones. Como es el caso de la sala 26 del segundo piso con su obra “El Peregrino inmobiliario”, en la que había un vehículo algo particular, un triciclo tamaña adulto con un tablero de dibujo, dos veladores, un mapa y otros objetos anexados a el. Acompañaba este medio de transporte un film, donde muestra el recorrido del mismo; algunos objetos y una pintura que aparecían en la película.


El tiempo parece detenerse mientras uno se encuentra contemplando una obra de arte, pero como dije es sólo una apariencia, el tiempo pasa a la misma velocidad que cuando una se encuentra trabajando, bailando o durmiendo. Mientras observaba un film sobre el canal de Panamá se hicieron las siete y medía de la tarde. Antes de que cierren tenía que hacer algo.

Volví a la sala 22 que me había dejado plenamente cautivado. Probé el sistema del obturador algunas veces más. La historia cambiaba, ya no era un hospital, ahora era un colegio, se escuchaba “profesor”, las campanadas de un recreo, aplausos, gritos. Escuché repetirse tres veces el “Lazarte” que grité ante el micrófono y una vez la melodía que también le silbé, la de “Like a rolling stone” de Bob Dylan. Ya eran las ocho de la noche cuando se me aproximó el guardia de seguridad exigiéndome cordialmente que me retirara e invitándome a volver al día siguiente a partir de la diez de la mañana.

1 comentario:

Ayelén. dijo...

Que lindo lo que me escribiste, gracias, me hizo pensar mucho ya que siempre estoy pensando en mi pasado y no me doy cuenta de lo que estoy viviendo.
Sí, leo. Uno de los cuentos que me recomendaste lo lei, el de Bucay. Muchas gracias.
Besos.